Edmundo
Aguiar
Nativo de pleno siglo XX, con sus virtudes
–todavía regionalistas y tribales- y sus
defectos -explosión tecnológica,
virtualidad y globalidad tardía-. Ariano
prototípico y convencido, aunque muchas veces embozado por recato y discreción.
Periodista por formación y profesión, poli temático por inquietud, y más
escuchador y lector, por vocación, que opinólogo.
Poli
deportista por exceso de energías durante la infancia y primera juventud y por
aquella misma inquietud que orientó hacia la profesión y que todavía pega
coletazos y sugiere nuevos caminos. Esta condición de dicótomo marcó las
amistades y relaciones y, por lo tanto, los comportamientos. Era sospechoso de
corporal, algo superficial, más sanguíneo que linfático en los
ambientes intelectuales –esa
élite suprema del
periodismo- y, por otro
lado, sospechoso de intelectualidad en los mundos del deporte.
Liberal por convicción, un poco social demócrata pero profundamente
apolítico, ateo gracias a Dios y bastante “cabeza dura” por razones genéticas;
ligeramente iconoclasta, ligeramente libre-pensador.
Viajero vocacional. Esa vocación, en uno de aquellos viajes, invirtió
los términos. El periodismo devino hobby y el deporte profesión en un año de
residencia en Pretoria, Sudáfrica como entrenador de rugby y colaborador del
Pretoria News. Luego, muchos años en Madrid y El Puerto de Santa María y Jaén
(y 50 provincias más) como colaborador de El Mundo y TVE y varios oficios
vinculados con el deporte.
Un
poco conocedor de muchos lugares de varios países. Pintor y fotógrafo sumamente
aficionado. Amante de la música (todas) con especial afición por Vivaldi, Bach,
Boccherini, el jazz (casi todo), Piazzola, Troilo y Di Sarli. Admirador de USA
y Canadá (con sus virtudes y defectos), de la vieja Europa y de todas las
costas del Mediterráneo europeo, asiático y africano.
Lector en varios idiomas, pero algo desconfiado del best seller del momento,
aunque poli temático: ensayo, novela, historia, filosofía y varios etcéteras.
Desconfiado del exceso de información actual debido a la interconexión
universal. Pero profundamente consciente de su irreversibilidad y su todavía
incalculable valor y alcance futuros.
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